El cuarto arcano. El puerto de las tormentas by Florencia Bonelli

El cuarto arcano. El puerto de las tormentas by Florencia Bonelli

autor:Florencia Bonelli
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ebook, Novedad, Libro Electronico, Octubre, 2022, Planeta, El cuarto arcano. El puerto de las tormetas, Florencia Canale, Ficción, Novela, Novela Romantica, Amor, Relaciones, Encuentros, El cuarto arcano, segundo tomo, segunda entrega, bilogía el cuarto arcano, Roger Blackraven, Melody
editor: Planeta Argentina
publicado: 2022-09-29T00:00:00+00:00


Capítulo XIX

La paz que Melody había deseado pronto se convirtió en una ilusión. Horas más tarde de la partida de Black­raven, llegó Trinaghanta, y, si Melody y Miora supusieron que se mostraría ofendida o enojada porque habían partido sin ella, estaban equivocadas; en contra de su disposición natural, la cingalesa, encantada de servir de nuevo a su señora, hablaba y reía mientras sacaba del baúl los vestidos y efectos personales que Melody había dejado atrás. Melody la contemplaba mientras se acordaba de la mañana en el Retiro, después de la muerte de Jimmy, cuando la muchacha la convenció de que no vistiera luto para agradar a Roger.

Con Trinaghanta, venía Somar para encargarse de la primera guardia, lo que puso una sonrisa constante en el rostro de Miora. El primer altercado tuvo lugar a la mañana siguiente, cuando el esclavo de los Constanzó se presentó en la quinta de don Gervasio con el cubo de leche, y Somar intentó echarlo. Se armó una disputa en la cual el joven no entendía palabra de la extraña jerga con la que se expresaba ese chiflado con un trapo en la cabeza. Melody salió a intervenir.

Con los días, el paisaje de la quinta terminó asemejándose a la parte trasera de la casa de San José, ya que la negrada de Buenos Aires, enterada del paradero del Ángel Negro, se presentaba en la quinta, no para pedirle favores sino para llevarle regalos y una palabra de consuelo en ese tiempo de tribulación.

—Donde está mi señora, hay una carretada de negros —se quejaba Somar, quien siempre había opinado que resultaba difícil velar por la seguridad de Melody si la abordaban tantas personas al mismo tiempo. En los últimos días se había añadido una nueva preocupación: Black­raven le habló del brote de viruela que azotaba al Tambor y al Mondongo y le ordenó que no permitiera que los esclavos tocasen a Melody.

Papá Justicia la visitaba a menudo, siempre con algún obsequio y noticias de la ciudad. Melody se daba cuenta de que el quimboto jamás le mencionaba el escándalo por la aparición de Victoria Trewartha ni la infinidad de habladurías que se tejían en torno a ella; le refería las novedades inofensivas y se comportaba como si la vida siguiese su curso normal. Los esfuerzos de Papá Justicia por preservarla de la malicia de la gente resultaban vanos ya que, con tanto esclavo visitándola, terminaba enterándose. Ella podría haber pedido que no le contaran, pero la verdad es que quería saber. Ansiaba conocer las actividades de Black­raven y también las de Victoria. Sabía que la sociedad la había recibido con los brazos abiertos, que las damas de buen ver la invitaban a menudo a sus casas y que doña Magdalena, la esposa de Álzaga, le había manifestado en un rudimentario francés: «Ya nos parecía que la verdadera condesa de Stone­ville no podía ser esa joven tan poco refinada», y así como a Melody la llamaban «la condesa burda» en lugar de la «condesa buena», o simplemente «la concubina», a Victoria comenzaron a apodarla «la condesa verdadera».



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